domingo, 4 de diciembre de 2011

Soy la coraza

sYo ya no quiero saber más de vos, ni de todos los finales que tiene un principio. Ya no quiero el alivio después del dolor. Ni sentir las quemaduras ni mirar las marcas, ni sangrar por siempre.
Yo ya no quiero saber más con eso de andar monopolizando almas, ni fiscalizando angustias, no quiero saber más con tomar ese tren. No quiero saber más con ir al mismo lugar de siempre.
No quiero volver. No quiero volver atrás, aunque todo me tire. No sé si es un desafío, no sé si estoy a prueba, pero no quiero volver atrás.
El tema es la coraza y la coraza no es porque si. La coraza es fuerte y genuina y, generalmente, duele. Y yosoy coraza porque afuera espera el mundo que espera otra cosa de mí. Porque mi suerte no es de las de calidad, porque la razón se fugó, porque seguro ya es obvio que está sentenciado a muerte. Porque la idea de la libertad es tan inmensa que aterra, dan ganas de vivir tras las rejas de la inocencia culposa, de la ignorancia perpetua. Porque la filosofía y la literatura no me alcanzan para explicar nada. Soy coraza inmensa e impenetrable, porque la soledad no es tan aterradora como parece si uno aprende a bancársela, porque la violencia no es tan mala, porque la paciencia nunca espera. Porque la bondad nunca es completa, porque el que ignora nunca se entera.
Porque la habitación es enorme, el planeta es inmenso, y yo soy una mera coraza, partícula ínfima mezclada en el aire viciado de la capa de polución literaria y literal que nos rodea. Porque todo me aterra, da pánico y quiero correr. Por eso soy coraza que nada atraviesa, por eso no puedo salir, por eso me escondo, por eso la insensatez, por eso sueño realidades intensas: porque no las puedo vivir. Porque soy coraza.

viernes, 25 de noviembre de 2011

antídoto.

Como un pie dormido, su cuerpo levitaba sobre la cama, estaba consciente pero paralizado. Lo que no lo dejaba moverse eran los miles de recuerdos que lo atravesaban como rayos, de lado a lado, quemándole el cuerpo. En la habitación olía a carne quemada, pero, con todo, nadie hubiera dicho, a esa altura, que era una escena anormal. Desde hacía tiempo las cosas habían ido tomando un tinte extraño y cada hecho terminaba con un desenlace descabellado.
Nada importante, todos lo tomaban como algo normal. No había signos de alarma en sus rostros. Era como si hubieran aceptado de forma sumisa la vieja excusa del destino y otras barbaridades, y no pudieran hacer nada, más que por incapacidad mental o física, por comodidad. Al final de cuentas, terminaron todos inmersos en dicho panorama teñido de locura e incertidumbre.

Como una hoja perdida entre copas de árboles que brindan al ritmo de alguna sudestada, mi cuerpo tiembla y suelta alaridos de dolor desgarradores. Creí que era extraño, el tiempo ya no existía porque mis recuerdos son demasiado extensos y el tiempo en el que pasaban era demasiado corto. Entonces ¿Qué más da? Si no debe haber tiempo, que no haya. Si al fin y al cabo, no es más que un sentimiento casi inevitable para la organización social y más allá de eso, casi carece de fin. Y acá no existen sociedades, no existe el tiempo Y eso tiene que tener alguna consecuencia... Si no hay ni un tiempo ni un espacio ¿Dónde está ubicada mi humanidad? ¿Acaso existo yo?
Por ahora, esa es una pregunta irresoluble, como tantas otras cosas que han estado pasando. Pero ahora estoy en este trance incómodo y frustrante. Y tengo que salir para terminar con este dolor.
Y mientras los recuerdos no dejen de atacarme, no voy a poder aliviar el peso que me producen, este duelo eterno. ¿Cuál es la salida? ¿Cuál es la contraseña que debo decir para que todo esto cese?

Y despertaba empapado en sudor, con la certeza de que el dolor aún no se había acabado, que en cualquier momento algún recuerdo vendría a quemar poco a poco su piel, sus músculos, sus huesos, su alma y terminar convirtiéndolo en ceniza y nada más que eso. Polvo sin utilidad. Y pensaba que el fuego borraba todo. El fuego secaba todo, como su piel, su carisma, sus emociones.
Iba a tener que buscar las posibles soluciones para evitar perecer por culpa de una pena autogenerada, por puro capricho.

Entonces, creo que debería buscar las alternativas para hacer pasar más rápido esta pena. El antídoto para este veneno.

Pero quizás ese fue el peor momento, la peor deducción. Porque comprendió que algunas historias no tienen fin, y al final, sólo queda la resignación.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Del destino y otras barbaridades

Ha encontrado el sitio perfecto y se ha puesto a escribir. Aunque pocas veces lo lograba, cuando lo hacía, el mundo quedaba en otro plano. Ya no importaban apocalípsis, ni dramas de noticiero. Solamente una hoja en blanco, un lienzo en blanco y una terrible y brusca capacidad de tomar cada creación como si fuese un parto, con el dolor y la angustia que ésto conlleva. Con el terrible dolor, locura y desenfreno que se vive antes y con el vacío que queda al terminar.
Daba vueltas en la cama y no quería mirar a ningún lado. Sabía que eso era imposible porque tenía los ojos abiertos y tampoco quería cerrarlos. Pero era más simple de lo que parecía: no quería estar ahí. Y en esos momentos, la cama se despertaba y todo estaba conmocionado, el piso a penas si podía respirar bajo los escombros de aquella noche y, a decir verdad, nada había terminado bien. Pero eso no era novedad, solamente era... ¿Cuántos errores son conscientes de que están siendo cometidos? Y de haberlo sabido, ¿A cuántos les hubiese importado?
Entonces se encontraba encerrada entre cataratas que no paraban de caer y sus ojos se volvían
violentos hacia la derecha y miraba ese cuerpo inerte, como sin vida y se preguntaba porqué y aunque sabía que en ningún rincón de esa batalla iba a encontrar una respuesta, ya era demasiado preguntar sin recibir respuestas.
Y se lavaba la cara y trataba de que las marcas del otoño no se le notaran tanto, que no se notara que esas flores estaban recientemente secas y, de ahí las consecuencias. Y tanto pensaba, tanto daba vueltas que el tiempo se volvía denso y se estiraba. Entonces pensaba que ya no era lo mismo, y que ahora iba a tener que andar con mucho más cuidado porque ya conocía el camino. Y, aunque a veces parece que eso es mejor, pocas veces es así. Uno ya sabe con qué se va a encontrar y sin embargo, ninguna fuerza es tan grande cuando se va con las astas hacia un objetivo. Mentes obstinadas.
Hacía tablas de valores y comparaba el costo-beneficio, y aunque nada supiera de economías ni
números ni estadisticas, solamente quería tratar de controlar lo que nadie puede, lo que no está en sus manos. El caos se hizo carne. Mejor. Puede que el destino esté escrito, la pregunta es quién es el autor.
Y tomó una y otra vez el mismo colectivo, y el mismo tren, y las caras pasaban una tras otra, y llegaba y en su cuarto quería destrozar todo,y todo estaba bien cuando se ponía a cantar. Y aunque afuera todo estuviese oscuro y a nadie le importe nada, cuando cantaba la vida era un poco más amena. Cuánto tiempo pasó para que se diera cuenta, nunca lo vamos a saber. Porque en realidad para ella era algo dramático, y es entendible. Cantar es mostrar algo que no todos queremos mostrar. Es como el sexo. Uno debe elegir perfectamente con quien quiere establecer determinado vinculo. Y no va por la vida enseñando toda su persona como si nada. Para ella el canto es igual. No cualquiera puede verlo a simple vista. La pulsión es tan grande que sacarlo es un ritual que sublima cualquier cosa que esté al rededor. Por eso ya no importaba tanto nada.Por eso importaba tanto, tan poco.
Y entonces se volvía a preguntar cuántos errores sabían que estaban siendo cometidos y qué hacen para evitarlo. Y esa pregunta nunca podía responderse. Las gotas caían y, sabemos que cualquier domingo de marzo, para un estudiante puede ser depresivo. No arriesgaría a decir porqué, pero esa canción que decía que 'para algunos la vida es galopar un camino empedrado
de horas, minutos y segundos. Yo, más humilde soy y solo quiero que la ola que surge del
último suspiro de un segundo, me transporte mecido hasta el siguiente', había quedado clavada como una astilla que se clava en el pie cuando uno corre feliz los días de primavera bien descalzo, como corresponde. Y sabían que la libertad podía estar a la vuelta de la esquina y la buscaban pero cuando estaban por alcanzarla, volvían corriendo y así, jugaban con ella a las escondidas. Y las horas pasaban, pero en ese momento la responsabilidad era menor, y la libertad iba a estar siempre a la vuelta. Hoy, ya no saben donde se esconde. Hoy debe ser un poco más sutil. Y mucho más satisfactorio al encontrarla.
Y Don Lino les daba cerveza y queso mientras esperaban la pizza y pensaban que había un montón de cosas que nunca iban a terminar de cerrar porque las historias generalmente no terminan, sino que empiezan contínuamente y cuando terminan, terminan de verdad. Era tanto el miedo, era tal la melancolía que era claro que algún falso contacto iba a haber. Y claro, otro de los errores que saben que van a ser cometidos, y están esperando a pasar y tiraron de la cuerda y se rompió. Todo estalló en mil pedazos y otra vez empiezan a sonar un mil canciones. Y claro está, que siempre dijo que antes de él todo y después de él todo, también. Ser parte importante debe ser eso. Y se quedaba pensando, y la tranquilidad era enorme. 'Después de vos, empiezan a caer fichas, el porqué de los discos, de los libros, mensajes subliminales y tan sutiles. Después de vos, un best seller'. Y a quién le importarán los bests sellers, no lo sabe, pero habrá que hacer algo con lo que se cree que se es. Le hizo caso, y abrió los ojos.

Lady Dreyfus

sábado, 1 de octubre de 2011

Corte final III

Dije 'basta de problemas mentales' y en vez de darte una orden, te di una idea. Lo primero que se te vino a la mente fue, como siempre, tratar de interpretar lo peor posible lo que había tratado de decirte. Por eso esta vez voy a ser clara.
¿Cuántas veces puede equivocarse una persona con lo mismo? ¿Cuántas veces se puede sentir exactamente el mismo dolor, las mismas lágrimas cayendo? Hoy, pienso que todo fue una mentira, no sé si malintencionada, pero mentira al fin. Y me veo a mi misma y me digo que hay que ser realmente idiota para caer dos veces igual. Por si quedan dudas.
Tres años no son nada, y son todo. Dos años también. Pero cinco... no existen. tratar de entremezclar una historia con tanto dolor, con tanta melancolía... ¿Para qué? ¿Con qué fin? Ya no sé para qué puse voluntad en hacer algo que desde el vamos estaba podrido. Todo empezó mal, era obvio el desenlace.
Y ahora me doy vueltas en la cabeza tratando de descubrir cuáles hubieran sido tus palabras si te hubiera dejado hablar, pero por suerte, me doy cuenta de que si no hablaste, es porque no quisiste. Si no estás, es porque no querés. Y si no querés, no queda nada más que hablar.
Me pusiste en frente de un espejo que no me gusta ver, no me quedó alternativa, lo tuve que romper, tuve que correr. Y aunque me queda la sensación de que hay algo que ambos entendimos mal, no puedo hacer nada, porque hay cosas que no se pueden resolver. Hay cosas que no están hechas para cambiar, hay cosas que si cambian, se destruyen. Esta, es una de esas cosas, y bueno, la inocencia nos hizo pensar que si tratabamos de cambiar esto, iba a resultar mejor, y terminamos destruyendo todo. Cosa que, debo reconocer, por otro lado, me alivia bastante. Ya no tengo que preocuparme por querer cumplir todo el tiempo.
Lo que no supimos entender, es que alguno tenía que ceder un poco, nadie quizo hacerlo. Bastante egoístas, bastante mal oído, bastante metáfora retorcida sin llegar a ningún lado. Ya está. No queda más que hacer. Alguien tenía que hacerlo, y para no perder la costumbre, acá está, este es mi tercer corte final.

domingo, 31 de julio de 2011

Serías

Y si no dependieras de toda esa burocracia sentimental para todo serías...

martes, 26 de julio de 2011

Violencia existencial

Cuánto tiempo, y tan poco a la vez. Como si la vida pasara entre colectivos del proletariado eterno e insistente. Como si nada fuera, en definitiva, demasiado real. Como si no hubiese diferencia entre estar vivo y muerto, nuestra carne está podrida de ante mano y nuestra mente se conservará de todas formas, si es lo que buscamos. Cuanta realidad inconclusa, cuanta corazonada al raz de la razón. Y sin embargo, vas girando al infinito, sin nada tan seguro como el constante dolor que es la alerta de que estamos vivos, al fin. Y la realidad se pierde entre la entropía y el calor. Y no es un sueño, es una realidad. Se marca más a fondo la línea de la verdad y la terrible algarabía de la inconstancia del humano.Sentirás la música y la calma meciéndote mansamente, sentirás la suave brisa de otoño, la luz del sol colándose por las rendijas de la persiana a medio cerrar o a medio abrir, todo depende de cómo se vea el vaso. Te transportarás mecido y sin apuros ni violencias. Y entenderás que todo corre como simples impulsos eléctricos, fragmentos de canciones, diálogos de viejas películas, pequeños cortos en la vida, que son, efectivamente, tiempo. Tiempo que no es nada, que te zambuye en el océano de las memorias, las risas y los llantos, los impulsos, pequeños y rápidos recuerdos como rayos partiéndote a la mitad. , la nostalgia de no saber qué más pasó. El intento de todo el tiempo estar corriendo sin rumbo, sin cabeza, sin brújula, sin sol ni estrellas. El lamento de la inutilidad del hombre ante algo tan inmenso como la nada. . La traición como emblema.


Le tiró algo por la cabeza, quizás le pegó, o la persiguió con un cuchillo. Le dirigió repetidas amenazas de todo tipo. Y sin embargo, nunca pudo saber si sentía algo. Ni una seña. Ni un movimiento. Le demostró amor, comprensión, compañerismo. Y jamás hizo un gesto siquiera de satisfacción. Lloró mares, se autoflageló frente a sus ojos, destrozó su alma, bajó los brazos, se humilló una y mil veces. Destrozó de dos tragos botellas enteras de licor. Y no consiguió nada, ni un parpadeo, ni un movimiento en sus manos, ni en sus pies. Fue entonces cuando algo le hizo hilar más fino, ir más profundo, llegar más lejos. Se acercó para ver a través de sus ojos y no vio su reflejo, no encontró sus facciones, sino una figura deforme un cuerpo que no era el que él conocía, una mente desgastada, ojos sin color. Y ella no tenía alma, no tenía vida, no era nada. Salió del encierro que había sido testigo de la muerte, y caminó hasta que cayó la noche. No consiguió que lo dejen entrar en ningún albergue: estaba demasiado deformado, su cuerpo parecía haberse caído dentro de una caldera de agua hirviendo. Entonces durmió en una plaza, pensando que ya nada puede hacerse, que no vale la pena siquiera preocuparse porque el existencialismo es así. Y la nada no puede ser más terrible que la nada misma y todo lo que eso implica.

jueves, 5 de mayo de 2011

caparazones y corazas

No era hermandad. Cecilia se había dado cuenta, y no le gustaba la idea. Pero estaba más que claro. Eso no era hermandad. Hacía tiempo que estaba viendo las cosas distintas, y su concepción del mundo había virado bastante. Tenía la mente menos perturbada, creyó que era hermandad.
Ahora, retomando diálogos, abriendo la cabeza y el alma a todo (todo lo que acepte su tolerancia), teniendo en cuenta solicitudes y soledades, caparazones y corazas, se dio cuenta de que todo estaba claro, quizás más claro de lo que ella necesitaba. Quizás a veces la incertidumbre es una defensa y hay que simplemente aceptarla como tal. Hoy supo que sabía demasiado, que quizás se estaba metiendo en un terreno de retrovisión oscuro y siniestro, y que esto no ayudaría a reforzar el caparazón que estaba armando con tanto trabajo. Todo lo contrario, lo estaba rajando para romperlo en mil pedazos.
Fue entonces cuando quiso decidir; quiso tomar otra vez la iniciativa; quiso correr, gritar, golpear, sangrar, llorar, angustiarse, sentir pena por sí misma, irse lejos; quiso dejar de dormir, dejar de perder tiempo útil; quiso vomitarle todas sus penas al mundo, devolverle un poco al universo lo que el universo le dio a ella; quiso romper; quiso caer en la más baja de las injurias en las que un ser humano pueda caer. Y no pudo.
El laberinto se agrandaba cada vez más y se complejizaba, y de todo lo que quería escapar y todo lo que quería romper y ultrajar, era todo lo que le daba un poco de paz. Pero eso era mucho para ella, era casi un vicio. No podía tener un mínimo de paz y después no volver a tenerla hasta quién sabe cuando. No le parecía sano en absoluto. Y toda esa melancolía y toda esa paz y toda esa calma... No, no y no. Lo único que sabe es que definitivamente no hay hermandad que valga. No existe mentira tan grande, no existe peor forma de engaño hacia uno mismo, no existe coraza más débil que pensar que algo tan puro, tan cargado y tan enérgico es una hermandad. Solo necesitaba una segunda opción... una que no existía.

martes, 19 de abril de 2011

Qué te hicieron

Habré de desmayarme y despertarme en otro mundo, una ciudad distinta, con gente diferente. Habré escapado, entonces de un gran fantasma. Dejaré de tener pesadillas en ese preciso instante, dejaré de mirar buscando. Habré de liberarme de las cadenas de tu rencor, de tu miseria, de tu fracaso. Terminaré por romper tu silencio con mi grito desgarrado de justicia. Justicia mía y tuya, por eso justicia y no venganza.
Habré hecho lo necesario y lo trivial, habré gastado energía para ordenar algo. Tendré, luego que partirme en mil pedazos y comenzar a navegar mi realidad (mi irrealidad). Volveré a naufragar una y otra vez, sabiendo que después es mejor. Y moriré de desidia y de angustia y de dolor, sabiendo que nunca me voy a sentir mejor que cuando desate la tormenta, mi tormenta.
Entonces me volveré un cadáver exquisito, embebido en el vino nuevo. Y Prometeo terminará con su martirio y será sustituído por un nuevo traidor, un nuevo bromista que cayó en la trampa. Ahí llegarán los rayos y deberé salir a empezar una nueva era bajo la lluvia de febrero, quitándome de encima preocupaciones y rencores, sacudiéndome broncas y hemorragias, recuperando la sangre.
Pero entonces volveré a la rutina y a la cotideaneidad, y volveré a preguntarme una y mil veces qué te hicieron.

domingo, 17 de abril de 2011

Terror

Apuraba el último sorbo de vino tinto con la mirada esquiva y Cecilia y su impaciencia y su maldita curiosidad. No sabía cómo es que había hecho, o qué había dicho, o qué se escondía tras esos ojos que se llenaron de impotencia. Sin embargo, sabía que había tocado una fibra muy profunda y casi olvidada, dejada en el pasado como un libro viejo al que cubrió lentamente el polvo, los años y los recuerdos felices. Pero estaba ahí, aunque tapado, él sabía que estaba.
Cecilia sintió un nudo de angustia, y lo sintió en él también. Lo notó en su pie moviéndose impaciente, lo notó en sus ojos vidriosos, lo notó en el tono de la repregunta: '¿Qué? No te escuché'. Cualquiera que hubiera estado presente hubiera notado la mentira a través de la retina. Si, escuchó. Pero no quiso. De hecho quiso nunca haber hablado, nunca haber destapado nada, menos en ese lugar. Pero Cecilia estaba allí, casi inocente, casi infante, casi sin darse cuenta que la conversación iba a dirigirse a un lugar oscuro y deshabitado hace muchos años.
Nunca se sabe dónde puede volar la represión. Quizás se descubra por un detalle mínimo, quizás sea algo que lleve toda la vida. Probablemente, la mirada de él, sus nervios crecientes, su ritmo cardíaco en aumento, su intento de ocultar algo sin que nadie se diera cuenta, hubieran resultado para alguien que no lo conoce. Cecilia estaba segura de que había algo más grave detrás, sabía que, aunque todo esto la lleve a terrenos terribles y llenos de miedo y angustia, tenía que caminar hacia allá. Porque eso le provocaba: curiosidad y miedo. Miedo al saber de dónde venía todo, miedo al saber que todo provenía del terror, del terror extremo, del terror que te transmiten los que deben protegerte, del terror más cruel y vil de la humanidad y por la humanidad. Por eso tuvo miedo, angustia, frío.
Desde ese momento, Cecilia tuvo la certeza de que la vida es una búsqueda constante y se propuso nunca olvidar eso. Desde ese momento, supo que había otra verdad que estaba signada por el terror.

viernes, 15 de abril de 2011

Será que estoy cansada.

Será porque tengo el cerebro un poco desfasado que ya no me atrae la altura y el vértigo. Será el cansancio. Serán las asignaturas, las literaturas, los colores saturados. Será la falta, será la sobredosis. Será la anarquía o el comunismo. Será Francia o Latinoamérica. Será que hay mil disyuntivas, será que ya no quiero aunque pueda. Será que los viajes, las maletas, los cambios y la regularidad. Será que todo y que nada. Será que la percusión y la melodía se complementan. Será que la costumbre. Será que no descanso, será que vivo durmiendo. Será que no sé porqué será que me seguís siguiendo. Será que no creo. Será que compruebo. Será que uso demasiado los puntos. Será que estoy desgastando las íes. Será que no hay forma de volver a formar nada y todo será siempre algo amorfo y sin sentido, será que perdidos en una nebulosa. Será que no hay más nada que se pueda hacer, salvo volver a sentarse, volver a hablar, volver a entramar para deshacer todo y hacer de cuenta que nada. Será que me cansé de eso. Será que me cansé, en definitiva, de todo un poco. Será que no encuentro el lugar donde poner el punto final. Será que todo es una enorme coma o, peor aún, una enorme sucesión de puntos suspensivos. Será que empecé a buscar defectos y será que encontré muchos. Será que me supe rodear de tantos defectos que ahora ya no puedo salir de la mediocridad. Será que estoy cansada de cansarme de todos. Será que es todo una gran mentira, o una gran verdad que nadie quiere asumir, que nadie quiere hacerse cargo. Será que me he sabido perder en un desdichado laberinto de ignotas que me terminó por consumir. Será que estoy cansada...

jueves, 31 de marzo de 2011

Reincidencia

Derramé mis últimas lágrimas sabiendo que no voy a reincidir, y aunque sea la única certeza que tengo en este momento, es la más últil. Me llegaron las ganas de sacarle jugo a la novedad, me llegaron las ganas de los colores vivos, el aire libre, la libertad. Por eso, no pienso reincidir.
Que aparezcan y desaparezcan los fantasmas que quieran a mi alrededor, sé que sólo existen si les presto atención y tampoco tengo ganas de hacerlo.
Voy a obviar a los que piensan quemar los restos de mí, los que rien a mis espaldas, los que hablan, los cobardes, los histéricos, los mediocres, los acorazados, que hablen. Voy a demoler sin piedad las paredes de los edificios construidos sobre los cimientos de la enfermedad y la obseción y que se acabe el capricho en bano. Voy a apuñalar al engaño en todas sus formas, voy a dejar de dejarme engañar, voy a acribillar tu conciencia hasta que sangre.
Vas a tener la certeza de quién es peor, de quién juega más sucio (o más limpio, depende de quién lo mire), por fin van a derrapar con sangre y violencia voy a socavar profundo en su inconsciencia.
Terminarán por darse cuenta: resurjo como el ave fénix, y lo que, suponen, son mis restos, es de donde nazco. Porque ahí donde ustedes escupieron yo encontré la forma de hacerme fuerte y volver. Porque volver es lo importante y no volver a volver, sino volver para irme y dejar las cosas muy en claro. No voy a reincidir, porque esa es mi forma de destruir.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Apartado a libre albedrío

Porque aún quedan retazos de este otoño que llega para irse, y la angustia de esta gente que lleva un ocaso en su frente y se llena de presión al no saber a dónde puede llegar a ir tanta radioactividad. Porque nos dejan las hojas sus marrones y ocres y nada se puede hacer para que los árboles dejen de llover y para que este firmamento se limpie un poco y lime sus asperezas con la madre naturaleza, que es, en efecto, la madre primera. Porque nadie sabe a dónde se va y a dónde se llega con tanta corrida y ya no sabemos si podremos seguir paseando por florida, aunque nunca le hayamos prestado demasiada atención a ese lugar. Aunque prefiramos mil veces plaza francia, y terminemos por preguntarnos por qué Plaza Francia y no Parque Lezama, y porque en definitiva ambos son los ejes de una juventud, y porque nos guían a la brisa eterna de la libertad que se acaba cuando llega el preludio de la burguesía, las patas de gallo y las arrugas a la frente, y vemos que en frente sólo se juntan hojas, pero no aquellas que pateabamos saltando charcos, no aquellas marrones ni aquellas ocres. Se nos juntan hojas de una luz infinita, blanca, para muchos ininteligibles, inenarrables. Y así empezamos a cambiar la inconstancia por constancia, y no recordamos cuales son las cosas más cotidianas, pero sí nos acordamos de aquel Parque Lezama, de Plaza Francia, de tardes babilónicas o extremadamente idealistas o hasta quizás con un tinte amarillento y hepatítico, porque así son los recuerdos: fotos amarillentas y borrosas. Entonces las patas de gallo se acentúan y las arrugas en la frente dibujan pentagramas que hacen olas o mares y los lentes ya no nos alcanzan para cubrir tanta ceguera, entonces llega la puesta del sol y el principio del invierno que dura una eternidad.

lunes, 21 de marzo de 2011

Sueño del suicidio. Parte II: Carta

...A todo aquel que desee saberlo, si es que a alguien todavía le importa, voy a ahorrarles un trabajo y darles los motivos por los cuales he decidido dejar de respirar:
Estoy segura de que a nadie le importé realmente demasiado. Mi vida fue un simple tránsito de un lado a otro como un fantasma, sin llamar nunca la atención, sin darle a nadie un motivo para pensar siquiera un instante en mi.
Nunca sobresalí en nada: me limité toda mi vida a ser mediocre y a creerme un poco más de lo que era -sin fundamento alguno- solamente para levantar un poco mi autoestima, ya que a mis cortos dieciocho años me di cuenta de que si yo no me halagaba a mi misma, si yo no me quería un poco, nadie lo iba a hacer. Nadie se iba a tomar ese trabajo.
Fui sumamente insegura. No creí jamás tener coraje para hacer nada de lo que debería haber hecho -como no dejarme pasar por arriba por cualquier ser humano, por ejemplo- . Para lo único que no fui cobarde fue para hacer lo que está ante sus ojos, lo que los tiene atónitos, y sé que no están atónitos por mi pérdida, sino porque no pueden entender cómo una persona tan cobarde logró hacer algo así.
A las personas que creen haberse interesado en mi, les digo: no se engañen. Ni siquiera las que parecían adorarme con su vida estaban, al final de cuentas, tan preocupados como querían simular. En realidad, estaban simplemente obsesionados. Sobre todo vos, Nicolás. Vos que amabas ese papel de sobreprotector, que me llenabe v
as de miedos e inseguridades cuando sabías que estaba bien, pero que cuando estaba mal simplemente era más fácil desaparecer, no darse cuenta. Yo te oy a hacer una pregunta, aunque ya no tenga sentido para mí, porque es una pregunta que ya no tiene respuesta, que nadie llegó a contestarme y ahora no hay nada que hacer: Nicolás, ¿Qué tan preocupado estabas por mi, cuando hice esto?

domingo, 20 de marzo de 2011

Sueño de suicidio (Nicolás) Parte I

Me desperté con la certeza de que Cecilia se esfuerza en darme todo y yo nada. Le pido más de lo que puede procesar, la sobre exijo. Un día apareció en mi vida con una cajita que contenía todo lo que yo necesitaba y simplemente dijo 'esto es para vos. De mi, para vos'. Y yo soy tan cruel, que sin quererlo, la usé. Pero lo peor de todo, es que ella se dejó usar, pensando que en algún momento me iba a dar cuenta de lo importante que es en mi vida, y me iba a tomar las cosas un poco más en serio. El punto es que ahora que me doy cuenta, no sé que hacer.
Y todo esto me lo puse a pensar, porque es evidente que en mi inconsciente ya se está debatiendo esa idea, ya siento la culpa de estar haciéndole mal a alguien. Anoche, soñé que Cecilia se suicidaba, con detalles, muchos detalles. Sin saberlo, en todo el tiempo que la usé, aprendí mucho de ella, la conocí mucho más de lo que me imaginé, y eso se imprimió en alguna parte de mi cerebro que ahora está queriendo comunicármelo de alguna manera.
El sueño empezaba conmigo, como en una película, es decir, yo me podía ver a mi mismo, entrando en el departamento de Cecilia. Creí escuchar una voz, pero, sin embargo la casa parecía vacía. No había ningún movimiento salvo el mío, andando sobre las sombras. La casa estaba a oscuras. De un momento para otro, todas las puertas y los cajones de la habitación en la que me encontraba estaban abiertos. Cecilia no aparecía. Escuché otras voces, no las reconocí, tampoco asociaba los sonidos a palabras: lo que decían era inteligible. Seguí avanzando y vi la puerta de una habitación que no reconocía. Giré el picaporte, entré en la pieza y quedé desconcertado con lo que vi. Cecilia estaba tirada en el piso, no había sangre, no había indicios de nada, podría estar dormida o desmayada, pero sabía que estaba muerta, aunque no sabía muy bien porqué, supongo que son las certezas que uno tiene sólo en los sueños.
Avanzé hacia ella, le besé la frente. De repente, solo hay un espacio en negro. Cuando vuelve a aparecer una imagen, vi que a escasos centímetros del cuerpo ya sin vida de Cecilia, había varios papeles escritos. Los agarré y los leí...

viernes, 11 de marzo de 2011

Pesadilla

Cecilia solía tener sueños intensos: esa noche, había soñado que conocía a un simpático personaje en un kiosco frente a una playa. Por la tarde, iban juntos a caminar a la orilla del mar y durante el día barrenaban sobre olas turquesas que salpicaban su cara. Todo era claro, celeste y rubio. La ropa de los personajes siempre era blanca. La gente era amable y los días eran extensos y soleados.
Pero siempre había que despertar, y la realidad, desafortunadamente, era todavía más intensa que los sueños. La transpiración fría corría por su nuca y sus brazos, las paredes de su pequeño cuarto parecían achicarse todo el tiempo. Todo era gris, opaco, lúgubre. De pronto, sentía un calor intenso en su estómago: sabía que alguien iba a abrir la puerta, estaba segura y sin embargo, nada se movía... ni siquiera había ruidos.
A veces le costaba reconocer su habitación. Sentía que no estaba en el lugar correcto. Sentía que todo estaba mal y que se iba poniendo cada vez peor, como en las peliculas de terror. Pero el único indicio que tenía de todo esto, era su palpitar cada vez más veloz.
Cuando pensaba en Nicolás, en su liviandad y su ausencia, le daban ataques de ira. Se ahogaba entre tormentas que salían de sus ojos y no la dejaban respirar, el corazón le apretaba el pecho, sentía los brazos cansados, el cerebro trabajando más rápido que su cuerpo, la transpiración fría, los ojos cegados por el enojo.
El vacío en su alma era tan grande, que nada podía taparlo. Todo era enojo y falta de interés. Y en cuanto al resto del universo, nada sentía por nadie. O eso creía. El resto del mundo a Cecilia le resultaba indiferente. Tenía que terminar con la pena para terminar con esa sensación. Por lo tanto, debía destruir la cobardía, la ausencia, la inseguridad, los laberintos. En definitiva, debía destruir a Nicolás, aunque no tenía muy claro lo que esto significaba.

lunes, 7 de marzo de 2011

Incertidumbres para Nicolás


Y, ¿Quién dice? Quizás esto sea solo un vaivén de palabrería, un sueño materializado en una simbología volátil, un carrusel en el que suenan tristes melodías compuestas por la melancolía. Quizás sólo sea una forma poética, mágica, lírica, disimulada de ponerle fin a una verdad. O quizás sea simplemente una puerta abierta, una puerta entornada que nunca ninguno se atreverá a cerrar.
Lo seguro es que mi soledad y tu inseguridad nunca se llevaron bien. Y mi ilusión es tan entrometida que generalmente está en lugares donde se supone que la llamaron pero en realidad, ese supuesto llamado, fue un simple espejismo creado por la angustia y el vacío de la soledad, y nada más que eso.
Quizás simplemente nunca encuentre una respuesta a todos los interrogantes que te dispusiste a plantar, minuciosamente, en el camino que hoy estoy yo transitando; o quizás soy yo la que no para de introducirte en mis mejores pesadillas o peores sueños hermosos. Entonces quizás mi sonrisa sea el peor de tus insomnios y el sol en mi rostro sea la el punto exacto donde se cruzan la lujuria y la ternura, el deseo y el amor, la razón y la locura.
Quizás esas tardes nunca vuelvan, entonces quizás los edificios empiecen a difuminarse hasta que por fin desaparezcan y, así, yo quedaré enterrada en la eternidad sin la postal que había deseado en un ocaso simplón.
Quizás deba arrancarme el rol de protagonista y esconderme en la oscuridad de las bambalinas, siguiendo sigilosa los actos sobre el escenario. Y esperar en las sombras a que alguien vuelva a elegirme para un papel principal. O quizás lo mío sea ser una simple extra y mi brillo se luzca en la mediocridad.
Quizás me desplome en el vuelo; quizás no vuelva jamás a saber nada de vos; quizás este sea el punto final o tal vez el punto de partida; quizás esta sea la puerta al infierno otra vez.
Quizá vos seas Orfeo, el más grande de los músicos y yo sea Eurídise y quizás ya nunca me puedas rescatar de la oscuridad del averno en el que me encuentro; quizás tu error fue simplemente mirar atrás, y, así, jamás volver a encontrarme en tu reino o quizás, simplemente nos atrae escondernos en el anonimato.
El punto es que no se el punto de esta correspondencia, pero de lo que estoy segura es que todavía tengo palabras a estrenar.

Cecilia.

miércoles, 2 de marzo de 2011

palabras en la boca.

Hacía días que Cecilia estaba apagada, parecía sentir que su vida era una constante. Yo creo que simplemente se estaba acostumbrando a mantenerse en movimiento. Pero bueno, la linealidad a veces nos lleva a sentir vacíos, aunque nos mantengamos ocupados.
-En realidad estoy bastante cansada -dijo llevándose el mate a la boca-. Es que, en realidad siento que tengo muchas ganas de sentir un montón de cosas, pero no puedo, no hay nadie. No sé qué carajo hacer con todo lo que me pasa, no se cómo canalizarlo, ¿Me explico?
-Si, Ceci, te explicás. Pero, tenés que entender que estás canalizando las cosas. Pensá hace unos años lo que hacías cuando estabas así: te tirabas a dormir y no salías de tu pieza por tres días o más. No querías hablar con nadie, estabas sola.
-Bueno, pero ahora no es mucho mejor, Chino. No sé. No entiendo demasiado. Por momentos creo sentirme un poco aliviada... aunque en realidad no sé si es alivio o una especie de anestesia. Y siento que vivo así, flotando entre cosas que me pasan para no pensar.
- Ahí es donde te equivocás. No es que vivís flotando entre 'cosas', Cecilia: ¡Tenés proyectos! Tenés ocupaciónes y responsabilidades. Y cuando realmente tenga que pasar algo, va a pasar. No te preocupes por eso. Pero mientras tanto, vos tenés que tener tu vida. Los proyectos son lo que nos separan de la muerte, Ceci. Alguien que no tiene proyectos, lo único que tiene seguro es que va a morir.
Cecilia se quedó pensando, fumando sola en su casa. Yo me tomé el 166 y volví. En algún momento tiene que reflexionar, y yo también tengo mis responsabilidades. No sería de buen amigo estarle encima todo el tiempo. Cada uno tiene que hacer su proceso, a su tiempo y a su forma. Y es algo que no puedo hacer por ella.

Cecilia se quedó fumando en la soledad de su casa. No resistió, quiso ponerse límites pero no pudo. Fue a la mesa del comedor, donde estaba ubicado el teléfono. Lo levantó y llamó a Nicolás.
- Hola. ¿Nico?
- Si, ¿Quién habla?
- Ceci...
- ¡Ah! Ceci... ¿Qué pasó?
- No, nada en particular. Quería saber cómo estabas... y... si podés charlar un rato.
- Eh, si. Supongo que no hay problema. Yo estoy bien, ¿Vos?
- Bien. Bah, eso creo. No se. ¿Te acordás cuando te llamaba y pasabamos horas hablando de cualquier cosa?
- Si, no podría olvidarme. No sé cómo hacíamos, pero siempre teníamos un tema de conversación fresco. No existían los silencios incómodos entre nosotros.
- Bueno, creo que nunca existieron. O por lo menos, para mí.
- No, es verdad... Me gusta hablar con vos y, sin embargo, ultimamente me da la sensación de que algo está mal, cuando hablamos.
- Si, bueno. Puede ser. Tengo que colgar ahora. Después hablamos.

Le había pasado lo mismo de siempre. El océano estallando en olas desde su alma no la dejaba terminar de hablar y su orgullo no iba la iba a dejar quebrarse justo cuando hablaba con Nicolás. Eso la hizo cortar violentamente, sin dar explicaciones. Sin embargo, tenía tanto que decir.

sábado, 19 de febrero de 2011

carta a mi alter.

Querido Alter:
Recién me doy cuenta de lo mierda que sos. Si, traté de engañarme mucho tiempo, porque te hiciste ver inteligente, sumamente coherente, habilidoso, informado, querible, lindo. Hoy me di cuenta que no. No sos nada de eso, sino todo lo contrario. Lastimás a la gente que trata de ayudarte. Todo el tiempo. No ves más allá de tu vida, no podés pensar en los demás, sos egoísta, ególatra, egocéntrico. No tenés capacidad para analizar las cosas en profundidad. No tenés término medio: todo es blanco o negro. Y siempre las cosas tienen que ser como vos decís, porque sino son todos unos pelotudos. Debería admitir que sos determinante, pero con nimiedades: no vas a lo importante, sino que estás siempre dando vuelta entre frivolidades de burgués.
Y hoy te lo quiero decir, y quiero que todo esto te quede claro. Quiero que la idea fundamental se entienda: si te tuviera enfrente, te estaría pegando. Si, la idea civilizada de discutir con argumentos con vos, ya me cansó. Y no quiero tener que enfrentarme a un debate porque, no sé si lo merezco o no, (es muy probable que lo merezca) pero simplemente no quiero pasar por ese momento. No me importa tener razón o no, simplemente quiero descargarme. No me importás vos. No me importa nadie.
Quiero con esto exorcizarme, sacar todo lo que cultivaste en mi, porque todo eso que en principio parecía muy lindo, muy útil, muy vivo, hoy está podrido y está fermentando gases venenosos dentro mío. Y no quiero. No quiero terminar en estado de descomposición por culpa de nadie. Si eso va a pasar va a ser mi responsabilidad, y creo que no es el momento para que pase. Todo depende de mi, y no lo voy a permitir. No te voy a dejar jugar sin ton ni son conmigo, ni con mi mente, ni con mi alma: antes que eso, te voy a pasar por arriba.
De esta forma, me quedaría más tranquilo, porque sé que saqué todo lo que me molestaba. Ahora no está más en mi, pertenece a quien lo lea y lo haga volar: a partir de ese momento no me hago cargo de nada. Entonces, todo esto me habrá servido para darme cuenta de lo mierda que soy, para darme cuenta de que también traté de engañarte, que también soy egoísta... Que soy más parecido a vos de lo que me gustaría.

Con despecho, Ego.

lunes, 24 de enero de 2011

Cuarto oscuro

Tengo una enfermedad terminal. Es como una luz que prende y apaga. A veces, la luz se apaga y el dolor parece cesar, pero generalmente la luz está prendida y no es fácil abstraerse, porque duele, duele todo y mucho. Los días que más duele son los lunes, no se si hay una razón médica o psicológica, simplemente se siente más el cansancio: cansancio de lunes y de madre. Si, mi madre no suele saber hacer las cosas más amenas, por eso cansa, por eso duele más.
En Tilcara, estando en el Pucará o en Purmamarca, caminando por el cerro de los siete colores o simplemente mirando el cielo de Humahuaca, la luz parecía apagarse y calmaba el dolor. Pero la ciudad hace que la luz vuelva a prenderse.
Una madrugada, luego de varias discusiones con Fernando sobre cuestiones cotidianas, me encontré en el baño sacando lo peor de mi en el bidet. Me desperté gracias a un desfibrilador en una ambulancia camino al Argerich.
Fernando es un tipo centrado pero extremo: es frío o caliente, es blanco o es negro. Y sin embargo, maneja todo con una liviandad envidiable, con una seguridad admirable, parece que levitara. Todo esto es independiente de su humor, pero ese es un capitulo a parte.
Volviendo a mi, la luz parece estar apagada frente a las montañas y los colores. El dolor es muy débil, y me hace pensar que quizá este sea el lugar, que quizá sea el momento adecuado, quizá deba definir la jugada y por fin apagar la luz.