martes, 19 de abril de 2011

Qué te hicieron

Habré de desmayarme y despertarme en otro mundo, una ciudad distinta, con gente diferente. Habré escapado, entonces de un gran fantasma. Dejaré de tener pesadillas en ese preciso instante, dejaré de mirar buscando. Habré de liberarme de las cadenas de tu rencor, de tu miseria, de tu fracaso. Terminaré por romper tu silencio con mi grito desgarrado de justicia. Justicia mía y tuya, por eso justicia y no venganza.
Habré hecho lo necesario y lo trivial, habré gastado energía para ordenar algo. Tendré, luego que partirme en mil pedazos y comenzar a navegar mi realidad (mi irrealidad). Volveré a naufragar una y otra vez, sabiendo que después es mejor. Y moriré de desidia y de angustia y de dolor, sabiendo que nunca me voy a sentir mejor que cuando desate la tormenta, mi tormenta.
Entonces me volveré un cadáver exquisito, embebido en el vino nuevo. Y Prometeo terminará con su martirio y será sustituído por un nuevo traidor, un nuevo bromista que cayó en la trampa. Ahí llegarán los rayos y deberé salir a empezar una nueva era bajo la lluvia de febrero, quitándome de encima preocupaciones y rencores, sacudiéndome broncas y hemorragias, recuperando la sangre.
Pero entonces volveré a la rutina y a la cotideaneidad, y volveré a preguntarme una y mil veces qué te hicieron.

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