jueves, 28 de octubre de 2010

Bronca.

Aún hoy, y a pesar de lo que se dice, la clase media con toda su capacidad e inteligencia, sigue siendo la que decide a qué aspirar. ¿Cómo lo hace? Instrumentándose, preparándose para defender a una clase que le provee cultura y le promete reconocimiento y lujos.
Esa clase media se cree lo que no es, se ríe del negrito porque va a los actos por el chori y el vino - dicen - pero no se ven a sí mismos siendo usados por un poco de caviar y champagne y tomada de rehén a fuerza de comodidades pagaderas con altas cuotas de dignidad y desprecio por la justicia de todo tipo y, en especial, la social.
Se comieron sin dudas, ni reservas, el canapé de "la política es sucia", tampoco reflexionaron mucho cuando les dieron a tomar el néctar burbujeante del ajuste y la necesidad de vaciar el estado.
Es increíble como la clase media confunde caridad con solidaridad, cómo les gusta darle de comer de su propia mano al indigente, siempre que tengan tiempo, y como los mecenas los mantienen muy ocupados, ese gusto se lo dan muy poco. Pero nunca postergan sus gustos desclasados, desfazados, mientras dure el espejismo que les venden los poderosos de verdad.
La lucha que hay que librar, y para eso, hay que prepararse con más ahínco y tesón que los alcahuetes preparados por el poder, es la madre de todas las batallas. Es la batalla que, al menos por un largo período, nos hará ganar la guerra. Y cuando digos "nos", hablo de los pobres, y la poca clase media con sentido solidario y popular.
Están los que aspiran a una vida digna, respetable, solidaria, inclusiva. Pero también están los sobervios, elitistas, cultos, pero vacíos de realidad; inoperantes a la hora de hacer justicia o funcionales al poder que los forjó haciéndolos tristes marionetas de sus indignidades.
Las veredas por donde uno transita marcan el rumbo elegido, no se equivoque, compañero.


Por D. E. Lucas.

lunes, 11 de octubre de 2010

último día del fin de semana.

Saquen todo objeto corto-punzante de mi alcance. Saquen cualquier cosa que pueda tornarse peligroso para la salud de cualquiera, incluso la mía. Escondan las cuchillas, los cuchillos, los tenedores, los pela papas, hasta las cucharas, las botellas y los vasos. Llévense todos los cables, sogas, cintas, bolsas de consorcio o cualquier tipo de bolsa.
Guarden los encendedores, los mecheros, cierren la llave del gas. No dejen ningún tipo de pastilla, ni cutters. Cierren la puerta del baño, sellen la puerta del balcón, no me dejen salir a la terraza, ni a la calle y mucho menos, no me dejen acercar a avenidas o a las vías del tren.
Aléjenme de los perros, de los animales ponzoñosos o cualquier planta que tenga veneno. Sáquen las lamparitas, pero tampoco dejen velas prendidas. No dejen a mi alcance nada que pueda provocar un incendio. Pero por las dudas también mantenganme alejada de los matafuegos.
No me den ningún tipo de comidas, saquen cualquier recipiente donde se pueda juntar un poco de agua, alejenme del agua.
Podrían dejarme en una habitación sin ventanas, pintada de blanco, sin chaleco de fuerza, por favor, pueden resultar peligrosos. Simplemente atenme las manos de forma que no pueda soltarme, porque la depresión del último día del fin de semana pega fuerte, quizás el lunes ya esté recuperada y pueda seguir haciendo mi vida normal... quizás se estire hasta el martes, de todos modos, gracias por su tiempo.

lunes, 4 de octubre de 2010

corte final

Ya caminaste bajo peores lluvias que estas y sin paraguas, de hecho, las disfrutabas. Hoy no te podés dar ese lujo. La gente va apurada, con esos techos individuales es difícil caminar rápido sin llevarte nada ni nadie puesto, pero seguís con tus cortos y veloces pasos hacia adelante.
Hoy no te podés dar ese lujo, no. Hoy tenés que llegar impecable, tenés que ser clara, tenés que hacer las cosas bien.
Seguís caminando. Las gotas empiezan a caer de costado y te mojan el pantalón y las zapatillas... esas verdes que llevás a todos lados, que te distinguen donde sea. Si, seguís caminando porque hoy tenés que estar intachable, impecable, tenés que hacer las cosas bien. Tenés que hacer las cosas bien. Por eso seguís caminando y ves que el edificio se acerca. Si, es ese edificio y en tu sistema no hay marcha atrás. No, por lo menos hoy. Porque hoy tenés que hacer las cosas bien.
Así que tocás timbre, esperás a que contesten. Contestan, bajan, abren la puerta, te hacen pasar, pasás, suben al ascensor, silencio incómodo, todo pasa al ritmo de tu taquicardia o más rápido. Llegan al departamento, si, ese que te trae tantos recuerdos pero hoy es otro. Es otro, como es otra la persona que te contestó el portero, que te abrió la puerta, que te invitó a pasar, que subió con vos en el ascensor y que ahora te está abriendo la puerta del departamento.
Pero vuelve a ser el mismo, porque nunca deja de serlo, porque está en su esencia ser el mismo que es. Y vos sos quien empieza, así se disponen los roles y hay que respetarlos; entonces hablás y decís lo que tenés que decir, porque hoy tenés que hacer las cosas bien, y por eso repentinamente te salen las palabras adecuadas y parece que la fuerza te acompaña porque no parás de hablar, pero lo hacés de forma clara, concreta, se te entiende, vas perfecto, entonces es momento de redondear la frase y así por fin terminarla con un 'por eso, dame una respuesta, ¿Si o no?'. Silencio. Los ojos se empiezan a humedecer, ahora la persona que era ya no está, es otra persona... otra vez, y vos estás ahí, esperando una respuesta con los ojos humedos, más que humedos, empapados. Llanto silencioso y muy discreto. Llega la respuesta, la peor, la no esperada: 'no'. Entonces te parás, te acomodás el pelo, te secás discretamente un ojo, como si picara, saludás indiferente. La otra persona que sigue siendo otra persona te abre la puerta del departamento, llama al ascensor, te abre la puerta, suben al ascensor, llegan a planta baja, bajan del ascensor, te abre la puerta y se saludan cordialmente, ahora vos tampoco sos vos, porque no estás pensando en que nunca más volverás a serlo, pero esa persona tampoco.
Entonces te vas pensando en nada, levitando por las calles, sabiendo que allá quedó alguien que ya no sos vos y que jamás volverás a ser. Pero es así, porque así es un corte final.

domingo, 3 de octubre de 2010

desarma y sangra.

Nunca te gustaron demasiado los hospitales, aunque podés negar que te brindan cierta seguridad. No te gusta su blanco inmaculado, ni los cuerpos que se encuentran ahí expentantes. Tampoco te gusta su comida, ni las luces, ni los cuaros fríos, ni las enfermeras pacientes, mucho más pacientes que los pacientes. No te gustan las caras de preocupación, ni los médicos con su voz monocorde tratando de hacerte entender lo que no podrías.
Y sin embargo ahí estás, casi dormitando al lado de una cama, luminosa por el blanco inmaculado que no te gusta, cegado por las luces frías, esperando a la enfermera más paciente que los pacientes, deseando que te brinden cierta seguridad, mirando ese cuerpo expectante que sobre esa cama reposa, viendo esas caras de preocupación, deseando con todas tus fuerzas que venga ese médico de voz monocorde a darte una buena. Buscando consuelo.