lunes, 21 de marzo de 2011

Sueño del suicidio. Parte II: Carta

...A todo aquel que desee saberlo, si es que a alguien todavía le importa, voy a ahorrarles un trabajo y darles los motivos por los cuales he decidido dejar de respirar:
Estoy segura de que a nadie le importé realmente demasiado. Mi vida fue un simple tránsito de un lado a otro como un fantasma, sin llamar nunca la atención, sin darle a nadie un motivo para pensar siquiera un instante en mi.
Nunca sobresalí en nada: me limité toda mi vida a ser mediocre y a creerme un poco más de lo que era -sin fundamento alguno- solamente para levantar un poco mi autoestima, ya que a mis cortos dieciocho años me di cuenta de que si yo no me halagaba a mi misma, si yo no me quería un poco, nadie lo iba a hacer. Nadie se iba a tomar ese trabajo.
Fui sumamente insegura. No creí jamás tener coraje para hacer nada de lo que debería haber hecho -como no dejarme pasar por arriba por cualquier ser humano, por ejemplo- . Para lo único que no fui cobarde fue para hacer lo que está ante sus ojos, lo que los tiene atónitos, y sé que no están atónitos por mi pérdida, sino porque no pueden entender cómo una persona tan cobarde logró hacer algo así.
A las personas que creen haberse interesado en mi, les digo: no se engañen. Ni siquiera las que parecían adorarme con su vida estaban, al final de cuentas, tan preocupados como querían simular. En realidad, estaban simplemente obsesionados. Sobre todo vos, Nicolás. Vos que amabas ese papel de sobreprotector, que me llenabe v
as de miedos e inseguridades cuando sabías que estaba bien, pero que cuando estaba mal simplemente era más fácil desaparecer, no darse cuenta. Yo te oy a hacer una pregunta, aunque ya no tenga sentido para mí, porque es una pregunta que ya no tiene respuesta, que nadie llegó a contestarme y ahora no hay nada que hacer: Nicolás, ¿Qué tan preocupado estabas por mi, cuando hice esto?

No hay comentarios:

Publicar un comentario