miércoles, 23 de marzo de 2011

Apartado a libre albedrío

Porque aún quedan retazos de este otoño que llega para irse, y la angustia de esta gente que lleva un ocaso en su frente y se llena de presión al no saber a dónde puede llegar a ir tanta radioactividad. Porque nos dejan las hojas sus marrones y ocres y nada se puede hacer para que los árboles dejen de llover y para que este firmamento se limpie un poco y lime sus asperezas con la madre naturaleza, que es, en efecto, la madre primera. Porque nadie sabe a dónde se va y a dónde se llega con tanta corrida y ya no sabemos si podremos seguir paseando por florida, aunque nunca le hayamos prestado demasiada atención a ese lugar. Aunque prefiramos mil veces plaza francia, y terminemos por preguntarnos por qué Plaza Francia y no Parque Lezama, y porque en definitiva ambos son los ejes de una juventud, y porque nos guían a la brisa eterna de la libertad que se acaba cuando llega el preludio de la burguesía, las patas de gallo y las arrugas a la frente, y vemos que en frente sólo se juntan hojas, pero no aquellas que pateabamos saltando charcos, no aquellas marrones ni aquellas ocres. Se nos juntan hojas de una luz infinita, blanca, para muchos ininteligibles, inenarrables. Y así empezamos a cambiar la inconstancia por constancia, y no recordamos cuales son las cosas más cotidianas, pero sí nos acordamos de aquel Parque Lezama, de Plaza Francia, de tardes babilónicas o extremadamente idealistas o hasta quizás con un tinte amarillento y hepatítico, porque así son los recuerdos: fotos amarillentas y borrosas. Entonces las patas de gallo se acentúan y las arrugas en la frente dibujan pentagramas que hacen olas o mares y los lentes ya no nos alcanzan para cubrir tanta ceguera, entonces llega la puesta del sol y el principio del invierno que dura una eternidad.

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