domingo, 3 de octubre de 2010

desarma y sangra.

Nunca te gustaron demasiado los hospitales, aunque podés negar que te brindan cierta seguridad. No te gusta su blanco inmaculado, ni los cuerpos que se encuentran ahí expentantes. Tampoco te gusta su comida, ni las luces, ni los cuaros fríos, ni las enfermeras pacientes, mucho más pacientes que los pacientes. No te gustan las caras de preocupación, ni los médicos con su voz monocorde tratando de hacerte entender lo que no podrías.
Y sin embargo ahí estás, casi dormitando al lado de una cama, luminosa por el blanco inmaculado que no te gusta, cegado por las luces frías, esperando a la enfermera más paciente que los pacientes, deseando que te brinden cierta seguridad, mirando ese cuerpo expectante que sobre esa cama reposa, viendo esas caras de preocupación, deseando con todas tus fuerzas que venga ese médico de voz monocorde a darte una buena. Buscando consuelo.

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