-¿Fumas?
- Pero sola no me sienta muy bien.
- ¡Toma! ¡Alíneale!
Me levanté. Si, y eso es lo importante. Me levanté y como cada día comenzó la vida de una forma extraña y peculiar, con los ojos humedos del sueño y la boca seca. No había nadie, pero no estaba sola. De ninguna manera estaba sola. Ahí estaba su sombra, sentado en la computadora, con los pies sobre el escritorio. No me extrañaba que las cosas fueran así, ya estaba bastante despabilada, ya entendía. Tampoco me sorprendía que no te dieras cuenta de que estaba despierta, no me sorprendía que no te dieras cuenta... de nada.
Pero esa mañana mi humor no era como el de todas las demás, en las que el sol dibujaba una sonrisa de aliento y voluntad. No. Hoy la mañana soleada despertaba un humor terrible, que me quemaba adentro del estómago y producía acidéz. Debe haber sido por eso que me quedé un largo rato dando vueltas, sin voluntad alguna de levantarme. También por eso debe haber sido que después de un rato te levantaste y te diste cuenta de que estaba despierta. Entonces te acercaste, me saludaste, te quedaste cerca, más que cerca, con mi mal humor cerca, más que cerca: convinación fatal.
Traté de hacer las cosas amenas: imposible. Entonces dejé fluir el enojo. Había tenido un sueño nítido, esos sueños de los que marcan finales. Este era el final. De una vez tenía que llegar el final.
Muchos lo notaron, vos no lo notás, pero estas cosas son procesos que llevan tiempo. Dentro de mi cabeza sonaba una canción que decía algo así como '...si dejamos los días correr, algunos años quizás, verás que todo será mejor, decías, y tenías razón...'. Me parecía ideal, pero no podía cantar, era demasiado serio.
Entonces pasó lo que había pasado mucho antes, yo no era yo. Y vos seguías siendo el mismo-la vida suele poner esas pautas y hay que respetarlas- entonces esta vez fui yo la que escuchó la pregunta, la terrible, la inesperada, y eras vos el que ya no era el mismo que siempre y, con la mirada perdida, dijo: entonces dame una respuesta, ¿Si o no?. Y ahí fue mi respuesta la del dolor, la inesperada, la despiadada, la terrible: No.
Los roles cambian, los climas cambian, los momentos cambian, la gente cambia, el mundo cambia. En este momento todo estaba al revés, ahora entendía muchas cosas que no había podido ver mucho antes. Pero otra vez volví a ser la de antes, porque está en mi esencia ser así y alivié el dolor, aunque no lo calmé. Vendé la herida, aunque no cicatrizó. Y de vuelta no fui yo, porque yo no voy a ser la que calme el dolor, ni la que cicatrice la herida: de esas tareas se encarga el tiempo, o los psicólogos o vaya uno a saber qué.
Me fui, siendo la misma, siendo distinta, pero me fui. Y es así como tenía que ser. Porque otra vez, estaba frente a un corte final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario